Bases de la inteligencia emocional

Las emociones son una parte muy importante de nuestra vida, ya que todo lo que vivimos lo vivimos en función de cómo lo sentimos. Aprender a gestionar estas emociones, poder controlar su intensidad, diferenciar y disfrutar de sus matices, etc. se está convirtiendo cada vez más en un punto de interés tanto para gestionar las propias emociones cómo para aquellos interesados en ayudar a otros a gestionar las suyas (padres, madres, cuidadores y docentes).

Podría ocupar multitud de paginas explicando millones de cosas sobre la inteligencia emocional, ya que es uno de los muchos temas que me apasiona, y cuando hay pasión…  Pero en esta entrada intentaré hablar del «núcleo» de los «cimientos«.


Estamos biológicamente preparados para procesar la información, no sólo de forma racional, sino también de forma emocional, estructuras cómo la amígdala se encargan de ello; además, la información que procesamos de esta forma tiene un peso especial, ya que se procesa más rápido, se memoriza más fácilmente, etc. (Por ejemplo, nos es más sencillo recordar si algo que nos dijeron nos dio rabia que lo que nos dijeron concretamente –> ¿a que os ha pasado?). (Esto está explicado de una manera muy guay en la película Inside Out 😉 No creo que pueda quedar nadie en el mundo que aún no la haya visto, pero si no la habéis visto os recomiendo verla, y si la habéis visto, os recomiendo volverla a ver😁)

Los habitantes de la amígdala

Sin embargo cómo sociedad no le hemos dado la suficiente importancia a las emociones, nos hemos centrado mucho en el procesamiento racional, en la lógica, el orden y la razón, muchas veces pasando por alto el sentimiento.

Es más, hasta hace poco, casi toda la formación iba dirigida a educar en este sentido: hacer procesos lógicos y racionales, sin haber ninguna o casi ninguna alusión a cómo poder aprovechar todo esto que sentimos para estar mejor. Es por eso que durante mucho, mucho tiempo, no se ha enseñado a gestionar las emociones de forma respetuosa; (no quiero que se me entienda mal, si que había «métodos» de control emocional, pero no en su mayoría no eran de gestión, sino de represión o negación: por ejemplo todos conoceremos frases del tipo «No llores…»…)  y ahora, qué queremos gestionarlas y que queremos enseñar a gestionarlas, nos falta un poco de información (O en algunos casos, «un mucho»🤔).


Aparte de las estructuras biológicas que sirven de «núcleo». También tiene que haber unos «cimientos», estos cimientos se tienen que ir construyendo, y se construyen socialmente; a través de la educación, en el día a día, en las relaciones con otras personas… Las primeras bases de estos cimientos se sustentan en el reconocimiento y en la asociación de cada emoción con su nombre. 

También hay un factor asociado importante relacionado con al experiencia, si algo se repite mucho en mi vida, esa emoción será muy transversal y eso en edades tempranas tiene un fuerte efecto sobre la neuroplasticidad del cerebro.

El reconocimiento es el punto de partida, si no sé lo que me pasa, no podré explicarlo a nadie, y si no lo puedo explicar (para lo cual necesito ponerle un nombre y que los demás reconozcan ese nombre con un significado) no me pueden ayudar a gestionarlo. 
Hay diferentes estrategias que ayudan a facilitar el reconocimiento emocional, así cómo diferentes formas de enseñar los nombres de las emociones y asociarlos; algunas de ellas pueden ser muy lúdicas. Pero para esto hay que tener en cuenta el nivel de desarrollo y las características de cada niño ya que no a todos les vamos a enseñar las mismas cosas ni de la misma manera. 

Iré publicando muchas entradas sobre educación emocional, ya que aunque se habla mucho del tema, aún lo implementamos poco y creo que es esencial para poder ayudar a nuestros peques. (¡Y a nosotros mismos ya que estamos!😎)


Recuerda, si te quieres suscribir a nuestra newsletter lo puedes hacer poniendo aquí tu mail:

Procesando…
¡Lo lograste! Ya estás en la lista.

Deja un comentario

Diseña un sitio como este con WordPress.com
Comenzar